Universal Omics diseña y valida, a través de simulaciones virtuales, principios activos para tratar cardiopatías

Medicina y matemáticas casan bien desde que, en 1854, el médico inglés John Snow echara mano de la estadística para averiguar el origen de un brote de cólera. Hoy, sus herederos disponen de herramientas de análisis de datos tan sofisticadas que preparan un futuro en el que los tratamientos estarán individualizados. Ese camino hacia la medicina personalizada es el que hace dos años tomaron Matxalen Uriarte y Fernando Macho, fundadores de Universal Omics, una ‘startup’ vizcaína que ultima un software capaz de predecir la efectividad de un fármaco. «Podremos aportar a las farmacéuticas ahorros de un 80%», resume Uriarte, líder del proyecto científico.
Universal Omics participará el 17 y 18 de octubre en B-Venture, el evento de ‘startups’ organizado por EL CORREO que, en su octava edición, cuenta con el patrocinio del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno vasco, la agencia de desarrollo SPRI, la Diputación foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao, así como con la colaboración de BStartup de Banco Sabadell, BBVA Spark, BBK, Laboral Kutxa, CaixaBank y la Universidad de Deusto.
Uriarte es doctora en bioquímica y ha desarrollado gran parte de su actividad en Azti. Allí se especializó en la medición del impacto que, combinados con la genética y el estilo de vida de cada persona, tienen los nutrientes en su salud, un conocimiento que permite ofrecer las recomendaciones dietéticas más adecuadas tanto para prevenir o tratar algunas enfermedades como para mejorar el rendimiento de un atleta.
Desde la nutrición de precisión
Es la nutrición de precisión y los completos análisis de genes, proteínas, metabolitos y demás moléculas implicadas en el funcionamiento de un organismo que requiere fueron para Uriarte el trampolín desde el que dar el salto a la medicina personalizada. Para ello contó con el apoyo tecnológico de Macho, emprendedor que ha implantado herramientas de Inteligencia Artificial en varias ‘startup’.
Para maximizar sus recursos, Universal Omics ha decidido focalizar sus primeros pasos en las enfermedades no transmisibles, que son aquellas en las que, más que la genética, influyen los hábitos del paciente o su exposición a determinados factores ambientales. Es el caso, por ejemplo, de la diabetes, algunos tipos de cáncer y problemas respiratorios o de las cardiovasculares, por las que precisamente ha empezado la ‘startup’ a explorar su potencial. «Es un nicho desatendido por la industria farmacéutica. Hay pocos medicamentos, y los que hay tienen efectos adversos significativos. Nosotros, de momento, nos centramos en los antiarrítmicos», explica.
Dos líneas de negocio
Dentro de esa especialización -y sin dejar de lado los servicios de consultoría científica con los que en 2022 logró facturar 74.000 euros- la firma trabaja en paralelo en dos líneas de negocio. En la primera, prepara el lanzamiento comercial para inicios del año que viene de un software que, tras integrar infinidad de registros recopilados de diferentes bases de datos médicas, emplea modelos predictivos basados en la estadística para cuantificar el grado de efectividad de un fármaco en pacientes con arritmia.
«Al final, todos somos datos», ríe Uriarte para explicar cómo puede el sistema ofrecer resultados válidos para todos los pacientes sin haber trabajado sobre ninguno. Los registros obtenidos de las bases de datos -aunque de momento sólo han incorporado las de acceso público- son tantos y se combinan de tantas maneras que se acaban analizando los efectos del fármaco sobre todos los posibles perfiles de pacientes. «Para las farmacéuticas simplifica enormemente el proceso de validación ya sea de una molécula nueva o de una con la que ya trabajen en el tratamiento de otras patologías y que, viendo la sencillez del proceso, ahora les compense comprobar si también podría emplearse para corregir un ritmo cardíaco irregular», añade Uriarte.
Por otra parte, precisamente aprovechando que ya tienen la herramienta que determina la validez de una molécula o fórmula, están diseñando sus propios principios activos ‘in silico’. «No queremos desarrollar fármacos; sólo diseñarlos y ofrecérselos a algún laboratorio del que quizá podríamos ser socios estratégicos, pero vamos paso a paso», explica la científica. «De momento el mayor reto es lograr una financiación cercana al millón y medio para acceder a bases de datos privadas y crear la nuestra propia, una con nuestra perspectiva. Eso nos permitiría escalar y abordar otras enfermedades porque, de hecho, tenemos mucho interés en investigar el post-covid», añade.
¿De dónde viene la definición ‘in silico’?
Podría ser una expresión latina, pero en realidad sólo tiene ese regusto a lengua clásica porque su creador quiso contraponerla a dos locuciones frecuentes en las fases de investigación preclínica que sí provienen de la antigua Roma: ‘in vitro’ e ‘in vivo’. La primera se refiere a pruebas realizadas en tubos de ensayo (en vidrio, sería la traducción) y precede a la segunda, en la que ya se experimenta en organismos vivos.
En cambio, ‘in silico’ apareció en 1989 acuñada por el profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México Pedro Miramontes, experto en biomatemáticas que la empleó para hablar de las investigaciones médicas realizadas a partir de modelos predictivos basados en estadísticas y simulaciones por ordenador. De ahí la alusión al material con que se fabrican los procesadores, aunque siendo rigurosos lo correcto hubiera sido ‘in silicio’.