Luis Bartolomé y Ainhoa Isla, en la sede de la 'startup' en la Universidad del País Vasc
Luis Bartolomé y Ainhoa Isla, en la sede de la ‘startup’ en la Universidad del País Vasco. Factoría 9

La ‘startup’ Auziker crea material para mejorar el adiestramiento de las unidades caninas en el rastreo de nuevos explosivos o fallecidos

Auziker

Desarrollo y comercialización de material para el entrenamiento de unidades caninas

Cuando en los inicios del siglo XX, la policía empezó a hacerse acompañar por perros, lo hizo con un único convencimiento; eran ‘agentes’ tan serviciales como baratos que, encima, imponían un montón. Que gracias a su desarrolladísimo olfato pudieran seguir casi cualquier rastro era secundario. Hoy, en cambio, hay equipos profesionales expresamente dedicados a adiestrarles e incluso tenemos bien cerca, en el campus vizcaíno de la Universidad del País Vasco, una ‘startup’ puntera en la creación de material para ampliar su capacitación. Se trata de Auziker, una de las 25 firmas que protagonizarán la décima edición de B-Venture.
Su creación parte precisamente de la petición de un grupo de expertos en estos entrenamientos, los de la Unidad de Canina de la Ertzaintza. En 2019 acudieron al máster de Análisis Forense buscando ayuda para mejorar los resultados en el rastreo de triperóxido de triacetona (TATP), un explosivo casero habitualmente relacionado con atentados yihadistas. Querían, además, que se tratara de ‘algo’ completamente seguro, pero sin ningún estabilizante que pudiera distorsionar el olor y despistar al animal.

Allí, un equipo dedicado al estudio de los compuestos orgánicos volátiles fue capaz de recrear las moléculas responsables del aroma del explosivo, eliminar su capacidad de detonación y depositarlas en un material inerte –sin ningún olor– similar en apariencia al filtro de un cigarro y, por tanto, muy estable y manejable. «El resultado es un cebo que, pese a tener las moléculas del propio explosivo, no está catalogado como tal y podríamos incluso enviarlo por correo ordinario», explica Ainhoa Isla, socia y cofundadora de la ‘startup’ junto a Luis Bartolomé.

B-Venture

¿Qué es? Punto de encuentro entre 'startups', inversores, empresas y figuras relevantes del ecosistema emprendedor.

¿Dónde y cuándo? Palacio Euskalduna, 20 y 21 de octubre.

Impulsa. EL CORREO

Patrocinan. Departamento de Industria, Transición Energética y Sostenibilidad del Gobierno vasco, la agencia de desarrollo SPRI, la Diputación foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao.

Colaboran. BStartup de Banco Sabadell, Fundación BBK, Laboral Kutxa, CaixaBank, Banco Santander y la Universidad de Deusto.

El éxito de las pruebas hizo que los propios agentes les animaran a comercializar la solución, algo imposible entonces. Estaban fuera de la ley. Al tener «muy muy poco, pero algo» de TATP, debían cumplir el Reglamento de Explosivos vigente, pero la norma no decía nada del uso de estas sustancias para crear cebos de entrenamiento. Tuvieron que esperar cinco años a que el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico diera el año pasado el visto bueno a un cambio normativo que, por fin, les daba amparo legal. Justo a tiempo para el que –de momento– es su gran hito; que sus cebos fueran utilizados en los simulacros de seguridad de los Juegos Olímpicos de París.
Durante ese tiempo contactaron con otras unidades caninas que les fueron trasladando «muchas necesidades para las que no encontraban respuestas y en las que nosotros podíamos trabajar», recuerda Isla. Una de ellas llegaba desde el sector privado, que tiene muy restringido el acceso a explosivos, por lo que sus dificultades para adiestrar a los perros iban mucho más allá que el TATP. «Estamos investigando con otros seis tipos con los que creemos que podemos hacer lo mismo para crear cebos que, pese a partir de explosivos reales, no tengan poder de detonación», señala.
Por suerte para el desarrollo del proyecto, también había demandas que les alejaba de los explosivos y les colocaba ante retos planteados por equipos dedicados a la detección de drogas o especializados en emergencias y rescates. Los primeros necesitan, por ejemplo, que los perros sean capaces de identificar el más mínimo rastro de fentanilo para evitar la exposición accidental de los agentes a una sustancia que frecuentemente se mezcla con otras drogas y aún en dosis muy pequeñas, como en partículas en el aire, puede producir una sobredosis. «Estamos investigándolo gracias al apoyo del fondo Ports 4.0, de Puertos del Estado, y ya disponemos de un prototipo validado a nivel de laboratorio», señala Isla.
Por otra parte, los equipos de rescate querían adiestrar a las unidades caninas para localizar cuerpos antes incluso de que transcurran 24 horas desde la muerte, algo fundamental no sólo para ayudar a las familias de desaparecidos, sino también para preservar posibles pruebas de un delito. En este caso han contado con la colaboración del Instituto Vasco de Medicina Legal para reproducir en el laboratorio el olor de un cuerpo sin vida en esos primeros estadios del intervalo ‘post mortem’ y desarrollar un nuevo cebo, que pondrán en el mercado en cuanto finalice el proceso de patente.
El otro gran reto que afrontan se lo ofrece el sector sanitario y les sirve para quitarse una espinita. Durante la pandemia investigaron la creación de cebos para entrenar perros capaces de marcar a un enfermo de covid, pero la llegada de las vacunas hizo innecesario su uso. Eso no quiere decir que trabajaran en balde. No sólo porque hoy el producto existe, sino porque lo aprendido servirá algún día para que una mascota advierta a su dueño, ya diagnosticado, de que va a sufrir un ataque epiléptico o un pico de glucosa.
De hecho, la tecnología que han ido desarrollando para la fabricación de los distintos cebos es tan versátil que incluso se preparan para, atención, prescindir de los perros. «Una vez que determinas qué hay que detectar, qué olor tienen en común quienes padecen una enfermedad concreta independientemente de su edad, sexo o estilo de vida, puedes entrenar igualmente a una máquina que a un animal», adelanta Isla.